Dios, nuestro protector

Salmo 5

Favi y yo estábamos viendo una comedia familiar con nuestros hijos el otro día, y en una de las escenas escuchamos este dialogo entre un niño y su abuela. El niño le pregunta a su abuela: “Abuela, ¿Dios tiene más poderes que Superman?” La abuela le responde, “claro, Dios es todopoderoso.” “Entonces, en una pelea entre Dios y Superman, ¿gana Dios?” “Obviamente, hijo,” le responde la abuela, “Ganaría si se peleara. Pero Dios no se pelea nunca.” El niño piensa un segundo y le pregunta a su abuela, “¿Por qué no se va a pelear si sabe que va a ganar?”

Ahora, yo sé que ese dialogo fue escrito para ser gracioso, y la abuela seguramente le dijo lo que le dijo a su nieto acerca de Dios, para que no se metiera en peleas con sus compañeros de clase, pero ¿es verdad que Dios no se pelea con nadie? Si Dios no se pelea con nadie, ¿qué nos dice eso del carácter de Dios? Que Dios es indiferente a la maldad en el mundo. Pero si Dios es indiferente a la maldad en el mundo, entonces él no es santo, justo, y bueno, porque un Dios santo, justo, y bueno no puede ser indiferente a la maldad.

No solo eso, si Dios no se pelea con nadie, ¿qué hacemos como creyentes cuando somos perseguidos o cuando mienten acerca de nosotros? Pues no nos queda de otra que vengarnos de nuestros enemigos y hacer justicia nosotros mismos, porque Dios no va a hacer nada. Pero felizmente eso no es así:

“No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.” (Romanos 12:19)

Amigos, no es verdad que Dios no se pelea con nadie. Dios pelea por su pueblo y los protege de los malvados. Y siendo que eso es así, nosotros debemos orar a Dios cuando somos perseguidos, sabiendo que Dios, nuestro rey, oye y contestará nuestra oración por protección de los malvados conforme a su carácter santo y misericordioso, que condena al malvado y bendice al justo. 

Y eso es exactamente lo que vemos en nuestro Salmo de hoy. Vemos la plegaria del Salmista por protección de los malvados. Vemos la razón que el Salmista sabe que Dios le va a oír y contestar, y vemos el contraste entre los justos y los malvados.

1. La plegaria.

El Salmista, en este caso David, comienza el Salmo con una plegaria al Señor por ayuda:

“Escucha, oh Jehová, mis palabras;
Considera mi gemir. (1)
Está atento a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío,
Porque a ti oraré.” (2) (vv. 1-2)

¿Qué fue lo que motivó esta plegaria de David? No sabemos exactamente lo que llevó que David elevara su plegaria a Jehová, pero tenemos ciertas pistas dentro del Salmo mismo. Parece que David tenía enemigos que estaban hablando mentiras acerca de él y que deseaban su muerte.

Vemos su plegaria en lenguaje explícito en el versículo ocho:

“Guíame, Jehová, en tu justicia, a causa de mis enemigos;
Endereza delante de mí tu camino.” (v. 8)

En su necesidad, David clama a Dios para que revierta su situación, conforme a la justicia de Dios, y que haga que su camino que ha sido torcido por sus enemigos, sea enderezado.

Hermano/a, ¿te has encontrado en esta situación alguna vez? ¿Sabes lo que es tener enemigos que desean tu mal? ¿Sabes lo que es que mientan sobre ti? Es posible que algunos de vosotros habéis experimentado algo similar a lo que experimentó el Salmista, pero si somos honestos creo que para la mayoría de nosotros, nos cuesta identificarnos con la plegaria del Salmista. ¿Por qué? Porque nosotros como cristianos en el mundo occidental, vivimos en relativa paz en la sociedad. Vivimos en países con libertad religiosa. Tenemos libertad de expresión.

Pero tenemos que darnos cuenta que cada vez más nuestra forma de vivir y lo que creemos acerca del pecado está en completa oposición a los valores del mundo. Cada vez más, el mero hecho de creer que la Biblia es la Palabra de Dios y que todos los hombres deberían someterse a la Palabra de Dios es una ofensa a los hombres. Y eso va a hacer que experimentemos oposición del mundo, y esto llevará eventualmente a persecución. Tenemos que estar preparados para esto. 

Pablo dijo a Timoteo: “Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución.” (2 Timoteo 3:12)

Y cuando venga la oposición y la persecución del mundo, necesitamos saber que Dios oye y contestará nuestra oración por protección de los malvados. Esta es la confianza que tenía David:

“Oh Jehová, de mañana oirás mi voz;
De mañana me presentaré delante de ti, y esperaré.” (v. 3)

Pero ¿por qué tenía confianza el Salmista que Dios le oiría y contestaría. Porque conocía el carácter de Dios. Él sabía que Dios contestaría su oración conforme a su carácter santo. 

2. La razón.

¿Cuál era la oración del Salmista? Que Dios le protegiera de los hombres malvados. Y la razón o base de su oración era el carácter santo de Dios:

“Porque tú no eres un Dios que se complace en la maldad;
El malo no habitará junto a ti. (4) 
Los insensatos no estarán delante de tus ojos.” (5a) (vv. 4-5a)

¿Qué significa que Dios es santo? La santidad de Dios significa que Dios es ‘aparte’. Él es ‘aparte’ en el sentido de que no hay otro como él. Él es único. Pero también significa que él es ‘aparte’ del pecado. Por causa de su naturaleza santa él no puede relacionarse con la maldad, ni con los malvados. Los malvados no pueden entrar en su presencia.

«La santidad de Dios significa que Dios es ‘aparte’. Él es ‘aparte’ en el sentido de que no hay otro como él. Él es único.»

Pero no solo no pueden entrar en su presencia, sino que Dios está en oposición a ellos, y los condenará. Y Dios no responde de esa manera a la maldad del hombre de forma arbitraria. Él responde de esa manera por qué en su naturaleza está opuesto a la maldad. Su justicia y su ira es un reflejo de su carácter santo. Su justicia es santa; su ira es santa.

Aborreces a todos los que hacen iniquidad. (5b)
Destruirás a los que hablan mentira;
Al hombre sanguinario y engañador abominará Jehová.” (6) (vv. 5b-6)

Este no es el único lugar donde el Salmista apela al carácter santo de Dios:

“Porque en la boca de ellos no hay sinceridad;
Sus entrañas son maldad,
Sepulcro abierto es su garganta,
Con su lengua hablan lisonjas. (9)
Castígalos, oh Dios;
Caigan por sus mismos consejos;
Por la multitud de sus transgresiones échalos fuera,
Porque se rebelaron contra ti.” (10) (vv. 9-10)

Hermanos, cuanto más conocemos a Dios, más confianza tendremos cuando oramos a él. Por eso, cuando hacemos nuestros devocionales diarios es recomendable leer la Palabra de Dios, meditar en ella, y luego elevar nuestras peticiones a Dios. ¿Por qué? Porque lo que conocemos de Dios informa nuestra oración. Por ejemplo, no tenemos que especular sobre si Dios va a protegernos contra los hombres malvados y finalmente triunfar sobre ellos, porque su carácter santo nos garantiza que Dios peleará por nosotros y nos protegerá.

Ahora, la santidad de Dios debería darnos confianza para clamar a Dios por protección de los malvados, pero también debería hacer que nos examináramos a nosotros mismos. Si los malvados no pueden entrar en la presencia de Dios, ¿cómo puedo yo entrar en la presencia de Dios? Si Dios condena a los malvados, ¿cómo puedo librarme yo de su santa y justa condenación?

No creo que es casualidad que cuando Pablo describe la universalidad del pecado él cita el Salmo 5. Y la razón es porque la descripción del hombre malvado en el Salmo 5 no es la descripción de un grupo selecto de personas que podemos denominar ‘malvados’, sino que es la descripción de cada uno de nosotros en nuestro estado natural: 

“Como está escrito:
No hay justo, ni aun uno; (10)
No hay quien entienda,
No hay quien busque a Dios. (11) 
Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles;
No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. (12)
Sepulcro abierto es su garganta;
Con su lengua engañan.
Veneno de áspides hay debajo de sus labios.” (13) (Romanos 3:10-13)

Este pasaje nos describe a todos nosotros en nuestro estado natural, y todos merecemos las justas consecuencias de nuestra rebelión en contra de Dios, a la luz de la santidad de Dios. Pero no todos estamos en esa condición. ¿Cómo es eso así?  Si Dios no excluye a todos de su presencia y condena a todos, es por otro aspecto de su carácter: su misericordia o amor inalterable. Y esto nos lleva al último punto, el contraste (entre los justos y los malvados).

«La santidad de Dios debería darnos confianza para clamar a Dios por protección de los malvados, pero también debería hacer que nos examináramos a nosotros mismos.»

3. El contraste.

Dice el versículo seis: “Destruirás a los que hablan mentira; Al hombre sanguinario y engañador abominará Jehová.” (v. 6)

Luego el versículo siete dice:

“Mas yo por la abundancia de tu misericordia entraré en tu casa;
Adoraré hacia tu santo templo en tu temor.” (v. 7)

Entonces, aquí tenemos el contraste entre el Salmista y los malvados que le persiguen. A diferencia de los malvados que están excluidos de la presencia de Dios, el Salmista tiene acceso a la presencia de Dios y puede elevar sus plegarias a Dios. ¿Por qué? Por causa de la misericordia de Dios o el amor inalterable de Dios. Este es el amor inquebrantable de pacto que Dios tiene para con los suyos. 

Pero este no es el único contraste que vemos en el Salmo cinco:

“Castígalos, oh Dios;
Caigan por sus mismos consejos;
Por la multitud de sus transgresiones échalos fuera,
Porque se rebelaron contra ti. (10)
Pero alégrense todos los que en ti confían;
Den voces de júbilo para siempre, porque tú los defiendes;
En ti se regocijen los que aman tu nombre. (11) 
Porque tú, oh Jehová, bendecirás al justo;
Como con un escudo lo rodearás de tu favor.” (12) (vv. 10-12)

Entonces, ¿cuál es el contraste entre los justos y los malvados en este Salmo? Los justos son los que adoran a Dios, confían en él (se refugian en él), y aman su nombre. Todas estas cualidades describen al justo, pero no son la base de su aceptación ante Dios. La base es el amor inalterable de Dios. Y, ¿qué hace Dios para con los justos? Los defiende, los bendice, los rodea [corona] de/con su favor. 

“Mas yo por la abundancia de tu misericordia entraré en tu casa…” (v. 7a)

Los malvados son los que hacen iniquidad, hablan mentiras, y matan. Todas estas acciones describen al malvado, y son la base de su condenación. Y ¿que hace Dios con los malvados? Los aborrece, los destruye, los abomina.

“…Por la multitud [abundancia] de sus transgresiones échalos fuera…” (v. 10b)

Podríamos resumir el contraste entre el justo y el malvado en el Salmo cinco de esta manera: La aceptación ante Dios del justo depende del amor inalterable de Dios. La condenación ante Dios del malvado, depende de sus obras.

El justo: 

“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, (3) según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, (4) en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, (5) para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, (6) en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia.” (7)       (Efesios 1:3-7)

El malvado: 

“Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. (11) Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. (12) Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. (13) Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. (14) Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.” (15)            (Apocalipsis 20:11-15)

«La aceptación ante Dios del justo depende del amor inalterable de Dios. La condenación ante Dios del malvado, depende de sus obras.»

Si el contraste entre el justo y el malvado es lo que hemos visto, ¿qué significa eso para nosotros a la luz de la plegaria?

– Debemos orar por protección de los malvados con humildad.

Si somos conscientes que aparte de la gracia de Dios nosotros estamos en la misma condición que los malvados que están en contra de nosotros, eso cambia nuestra actitud hacia ellos. Nosotros podemos ver y reconocer la maldad de los hombres, y llamarlo como lo que es, una ofensa en contra de Dios, pero no debemos olvidar de dónde nos salvó Dios.

– Debemos orar por protección de los malvados con una visión evangelizadora.

La cruz de Cristo cambia la forma en la que pensamos en los enemigos de Cristo y nuestros. Nuestro deseo a la luz de la muerte de Cristo y la Gran Comisión, es la conversión de los malvados.

– Debemos orar por protección de los malvados sabiendo que Dios hará justicia.

Hay dos formas en las que Dios muestra su justicia en relación a los malvados: En la cruz y en el infierno. Para todo aquel que se arrepiente y pone su fe en Cristo para su salvación, la justicia de Dios fue satisfecha para ellos por Cristo en la cruz. Para todo aquel que no se arrepiente y pone su fe en Cristo Jesús para su salvación, la justicia de Dios será satisfecha eternamente con ellos en el infierno. En cualquiera de estos dos casos, Dios mostrará su justicia en relación a los malvados. Confiemos en su justicia.

Quizá estás aquí y no eres creyente. Necesitas saber que no consideramos que somos mejores que tú. La única diferencia entre nosotros y tú es que nosotros nos hemos arrepentido de nuestros pecados y hemos puesto nuestra fe y confianza en Cristo para nuestra salvación. No estamos confiando en nuestras obras, porque si lo hacemos sabemos que seremos juzgados por nuestras obras, y si eso sucede el único resultado posible para nosotros es condenación. Pero en Cristo hay perdón. En Cristo hay acceso a Dios. En Cristo hay bendición, favor, y protección. 

Dios, nuestro Rey, oye y contestará nuestra oración por protección de los malvados conforme a su carácter santo y misericordioso, que condena al malvado y bendice al justo.

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