¡Hoy celebramos el aniversario #11 de la Iglesia Bíblica de Colmenar! Para los que no conocéis la historia de nuestra iglesia quisiera leeros un breve resumen que aparece en nuestra página web:
“La historia de la Iglesia Bíblica de Colmenar comienza cuando una familia de Colmenar Viejo (la familia Sedoski) se convierte a Cristo como resultado de la obra evangelística de la Iglesia Bautista de Parla (Madrid). Debida a la distancia larga que había entre Colmenar y Parla, el misionero David Velasquez, uno de los fundadores de la iglesia de Parla, comenzó un estudio bíblico en Colmenar, para que esta familia pudiese invitar a sus amigos y familiares.
Con el pasar del tiempo empezó a ser muy evidente que el Señor estaba abriendo puertas para la plantación de una iglesia en Colmenar con las familias Sedoski y Velasquez, ¡y así fue! El 7 de julio del 2013, la Iglesia Bíblica de Colmenar se reunió por primera vez oficialmente como iglesia.”
Queremos dar gracias al Señor en esta mañana por su obra en medio de nosotros, y por cómo él nos ha sostenido y dado crecimiento durante estos últimos 11 años. Pero no solo debemos dar gracias al Señor una vez al año, sino cada día de nuestras vidas, y por supuesto cada vez que nos congregamos como iglesia. Y de eso trata precisamente nuestro Salmo de hoy, de dar gracias. Fijaos en el llamado que encontramos en los primeros tres versículos.
“Alabad [Dad gracias] a Jehová, porque él es bueno;
Porque para siempre es su misericordia. (1)
Díganlo los redimidos de Jehová,
Los que ha redimido del poder del enemigo, (2)
Y los ha congregado de las tierras,
Del oriente y del occidente,
Del norte y del sur.” (3) (vv. 1-3)
Hay un imperativo que es llamativo en estos versículos, y es el imperativo, ‘Díganlo’. Para el Salmista no es suficiente que estemos agradecidos a Dios, sino que debemos expresar esa gratitud a Dios. Por eso se llama ‘dar gracias’. Dar gracias es gratitud que exteriorizamos en honor a Dios.
Obviamente no vamos a dar gracias si no estamos agradecidos, pero es necesario no solo estar agradecidos a Dios, sino también dar gracias a Dios. Y esto lo debemos hacer no porque Dios necesita nuestras ofrendas de gratitud, sino porque él merece nuestras ofrendas de gratitud. Y si nuestro deber no solo es sentir gratitud a Dios, sino también exteriorizar nuestra gratitud a Dios, entonces necesitamos saber muy bien por qué debemos dar gracias a Dios para así expresar nuestra gratitud a Dios con la mayor claridad posible. Espero poder ayudaros con eso en este sermón.
Pero también necesitamos entender que aunque dar gracias a Dios es algo que debemos hacer, dar gracias a Dios es algo que queremos hacer como creyentes. No siempre lo que debemos hacer coincide con lo que queremos hacer, pero cuando estamos hablando de dar gracias a Dios, para nosotros los que conocemos a Dios, es un deber que nadie tiene que obligarnos a llevar a cabo. Es más, no podemos no dar gracias a Dios. Acción de gracias es lo que caracteriza al creyente.
Si estás aquí en esta mañana y tu vida no se caracteriza por acción de gracias, entonces necesitas prestar atención a este sermón, porque debería estar caracterizada por gratitud interior y expresiones de gratitud. Si eres un verdadero creyente, necesitas crecer en tu entendimiento de quién es Dios y de lo que ha hecho Dios para contigo, porque tu acción de gracias a Dios incrementará en proporción a tu conocimiento de Dios.
Y si no eres creyente, necesitas saber cuál es la realidad de tu situación en esta mañana. Necesitas a Dios, aunque no lo reconozcas en este momento. Espero poder ayudarte a entender por qué por medio de este Salmo. Mi oración es que tú puedas unirte a nosotros en dar gracias a Dios por quién es y por lo que ha hecho.
«Aunque dar gracias a Dios es algo que debemos hacer, dar gracias a Dios es algo que queremos hacer como creyentes.»
Muy bien, con todo eso en mente, nuestra pregunta de hoy es simple pero importante, y la pregunta es la siguiente, ¿Por qué debemos dar gracias a Dios?
1. Porque hemos sido redimidos.
Explícitamente lo que se nos dice en el Salmo 107 es que debemos dar gracias a Dios por la misericordia de Dios. Así comienza el Salmo y ese es el estribillo que vemos una y otra vez a lo largo de este Salmo: “Alaben [Den gracias por] la misericordia de Jehová.” (vv. 8, 15, 21, 31) ¿Pero qué significa ‘la misericordia de Jehová’ en este Salmo?
La palabra traducida ‘misericordia’ en nuestro Salmo es la palabra hebrea ‘hesed’. Es difícil traducir esta palabra porque no tenemos una palabra en español que recoge el significado pleno de esta palabra.
Necesitamos usar varias palabras en español para describir el significado de ‘hesed’. ‘Hesed’ es el amor de pacto del Señor. Es su amor inquebrantable/inalterable. Es su amor leal. Es el compromiso amoroso del Señor para con su pueblo.
Creo que en nuestro tiempo en particular nos cuesta entender el amor inquebrantable de Dios (su ‘hesed’) porque hemos tergiversado tanto el significado del amor que ya no significa lo que significaba cuando se escribió este Salmo. Hoy en día concebimos del amor como un sentimiento romántico o erótico, y no tenemos categorías en nuestras mentes para un amor que no depende de los sentimientos, y actúa en beneficio del amado, aún cuando el amado no lo merece. No tenemos categorías para un amor leal e inquebrantable en base a un pacto. Por eso, tristemente, tantos matrimonios fracasan en la actualidad.
Pero amigos, el amor de Dios para con nosotros no depende de cómo él se siente. ¿Os imagináis si su amor dependiera de los sentimientos que nosotros despertáramos en él? ¿Qué posibilidad habría de que él nos amara? ¡No! Su amor hacia nosotros es un amor de pacto. Él ha decidido amarnos porque él es amor. Y su amor para con su pueblo es inquebrantable/inalterable.
«El amor de Dios para con nosotros no depende de cómo él se siente.»
Y es por eso que como creyentes podemos descansar sabiendo que nada nos puede separar del amor de Dios, como dice Romanos 8, porque su amor para con nosotros no depende de nosotros, ni de ninguna fuerza exterior; depende de él mismo, y su compromiso de amarnos en Cristo.
Muy bien, eso es lo que significa el ‘hesed’ de Dios. Pero el primer punto es que debemos dar gracias a Dios porque hemos sido redimidos. ¿Por qué no es el primero punto que debemos dar gracias a Dios ‘por su amor inquebrantable hacia nosotros’? Y la razón que creo que el primer punto debe ser ‘porque hemos sido redimidos’ y no ‘por su amor inquebrantable’, es porque VEMOS el amor inquebrantable de Dios hacia nosotros en la redención de Dios. Entonces, cuando damos gracias por la redención de Dios, estamos dando gracias por su amor inquebrantable DEMOSTRADO hacia nosotros.
Y esto prueba una vez más la superioridad del amor de pacto de Dios al amor sentimental de nuestro tiempo, y es que el amor de pacto de Dios se demuestra con acciones. Es un amor que actúa. Dice el verso 2:
“Díganlo los redimidos de Jehová,
Los que ha redimido del poder del enemigo.” (v. 2)
Ahora, según el teólogo Ligon Duncan, “la redención significa asegurar la liberación o recuperación de personas o cosas por medio del pago de un precio. Es un termino legal de pacto, que está íntimamente relacionado con el rescate, la expiación, la sustitución, y la liberación, y por lo tanto, la salvación.”
En otras palabras, aunque la palabra redención tiene un significado literal específico, se puede usar la palabra para describir la salvación de Dios en términos generales. Y así es como se usa en nuestro Salmo.
En el Antiguo Testamento el ejemplo más común de la redención de Dios es el Éxodo de Egipto, pero en nuestro Salmo de hoy, el pueblo de Dios da gracias a Dios por haberles redimido del exilio y traído de vuelta a su tierra, por eso dice el verso 3, “Y los ha congregado de las tierras, del oriente y del occidente, del norte y del sur.” (v. 3)
Muy bien, pues nuestro Salmo comienza con un llamado a dar gracias a Dios por su amor inquebrantable que se ve en la redención de su pueblo, pero lo que viene a continuación son cuatro estrofas que describen en gran detalle cuatro casos específicos de la redención de Dios. En cada una de estas cuatro estrofas hay un patrón. Primero, vemos una descripción de alguna angustia. Segundo, vemos el clamor del pueblo a Dios. Tercero, vemos la redención de Dios. Y por último, vemos la acción de gracias de parte del pueblo.
También vemos dos tipos de redención en estas cuatro estrofas. La primera y cuarta estrofa describen una redención de la angustia causada por fuerzas exteriores (Redención de lo incontrolable) y la segunda y tercera estrofa describen una redención de la angustia causada por el pecado (Redención de lo irremediable).
Ahora, ¿por qué creéis que el Salmista dedica cuatro estrofas (29 versos) solo para describir con lujo de detalle la redención de Dios? Porque tenemos que entender por qué debemos dar gracias a Dios. Y no vamos a entender por qué debemos dar gracias a Dios, si no entendemos de qué nos redimió el Señor. Somos redimidos de lo incontrolable e irremediable.
Y cuando digo que somos redimidos de lo incontrolable y de lo irremediable, me refiere a lo incontrolable e irremediable para nosotros. El Señor nos redime de lo que nosotros no podemos controlar y lo que nosotros no podemos remediar. ¡Y es por eso que damos gracias por su redención! No das gracias por lo que tú puedes controlar y remediar; das gracias por lo que no puedes controlar y remediar, y de eso nos redime el Señor.
Entonces, lo que quiero que observéis en estas cuatro estrofas es lo grande que es la redención de Dios. ¡Cuánto más fuera de nuestro control es la situación en la que nos encontramos, más motivos tenemos para dar gracias a Dios cuando nos redime de esa angustia! ¡Cuánto más irremediable la situación en la que nos encontramos, más motivos tenemos para dar gracias a Dios cuando nos redime de esa angustia! Entonces, una vez más, quiero que observéis lo grande que es la redención de Dios en estas cuatro estrofas. Primero veremos la redención de lo incontrolable y luego veremos la redención de lo irremediable.
«No das gracias por lo que tú puedes controlar y remediar; das gracias por lo que no puedes controlar y remediar, y de eso nos redime el Señor.»
• Redimidos de lo incontrolable.
Voy a leeros dos historias de redención de personas en una situación de angustia incontrolable. La primera historia es sobre personas perdidas en el desierto, (versos 4-9) y la segunda historia es sobre personas perdidas en el mar (versos 23-32) Observad el patrón en estas historias: angustia, clamor, redención, acción de gracias.
– Perdidos en el desierto.
“Anduvieron perdidos por el desierto, por la soledad sin camino,
Sin hallar ciudad en donde vivir. (4)
Hambrientos y sedientos,
Su alma desfallecía en ellos. (5)
Entonces clamaron a Jehová en su angustia,
Y los libró de sus aflicciones. (6)
Los dirigió por camino derecho,
Para que viniesen a ciudad habitable. (7)
Alaben la misericordia de Jehová,
Y sus maravillas para con los hijos de los hombres. (8)
Porque sacia al alma menesterosa,
Y llena de bien al alma hambrienta.” (9) (vv. 4-9)
Hemos visto la historia de personas perdidas en el desierto, ahora veamos la historia de personas perdidas en el mar.
– Perdidos en el mar.
“Los que descienden al mar en naves,
Y hacen negocio en las muchas aguas, (23)
Ellos han visto las obras de Jehová,
Y sus maravillas en las profundidades. (24)
Porque habló, e hizo levantar un viento tempestuoso,
Que encrespa sus ondas. (25)
Suben a los cielos, descienden a los abismos;
Sus almas se derriten con el mal. (26)
Tiemblan y titubean como ebrios,
Y toda su ciencia es inútil. (27)
Entonces claman a Jehová en su angustia,
Y los libra de sus aflicciones. (28)
Cambia la tempestad en sosiego,
Y se apaciguan sus ondas. (29)
Luego se alegran, porque se apaciguaron;
Y así los guía al puerto que deseaban. (30)
Alaben la misericordia de Jehová,
Y sus maravillas para con los hijos de los hombres. (31)
Exáltenlo en la congregación del pueblo,
Y en la reunión de ancianos lo alaben.” (32) (vv. 23-32)
En estas dos historias de redención que acabamos de leer, vemos a personas en una situación de angustia completamente incontrolable desde una perspectiva humana (perdidos en el desierto, perdidos en el mar), y en ambas historias el Señor obró el milagro de la redención.
Amigos, muchas veces nosotros tenemos la ilusión de control sobre las circunstancias de la vida, y eso sucede especialmente cuando todo nos va bien. Incluso cuando las cosas empiezan a irnos mal, tenemos la tendencia a pensar que nosotros podemos solucionar nuestros propios problemas con nuestras fuerzas. Pero esa ilusión de control realmente se desvanece cuando nos enfrentamos a una situación que sin duda alguna está fuera de nuestro control. Y es en ese momento que nos damos cuenta o deberíamos darnos cuenta que dependemos completamente de Dios. ¡Solo él nos puede librar! ¡Solo él puede cambiar el caos en orden!
Y no es que haya circunstancias que realmente están bajo nuestro control, y otras que no. ¡Todas las circunstancias están bajo el control soberano de Dios en última instancia! (Incluso la tormenta) ¡Dependemos de él para todo! Como dice el verso 9, “Porque sacia al alma menesterosa, y llena de bien al alma hambrienta.” (v. 9) Pero no es hasta que llegamos al final de nuestros recursos, que nos damos cuenta de esa realidad. Como dice el verso 27, “Tiemblan y titubean como ebrios, y toda su ciencia es inútil.” (v. 27)
¿Te das cuenta que dependes completamente de Dios en esta mañana? Cuando llegas a ese punto darás gracias a Dios por redimirte de lo incontrolable.
«¡Todas las circunstancias están bajo el control soberano de Dios en última instancia!»
Hemos visto la redención de lo incontrolable, ahora quiero que veías la redención de lo irremediable.
• Redimidos de lo irremediable.
Hay dos historias más de redención en nuestro Salmo, pero lo que distingue a estas historias de las que acabamos de leer, es que estas historias describen redención de angustia causada no por fuerzas exteriores, sino por el pecado de individuos. Y decimos que esto es redención de lo irremediable porque desde nuestra limitación humana no hay nada que podemos hacer para remediar las consecuencias de nuestro propio pecado.
La primera historia es sobre personas en prisión, (versos 10-16) y la segunda historia es sobre personas enfermas (versos 17-22). Una vez más, observad el patrón en estas historias: angustia, clamor, redención, acción de gracias.
– Prisioneros.
“Algunos moraban en tinieblas y sombra de muerte,
Aprisionados en aflicción y en hierros, (10)
Por cuanto fueron rebeldes a las palabras de Jehová,
Y aborrecieron el consejo del Altísimo. (11)
Por eso quebrantó con el trabajo sus corazones;
Cayeron, y no hubo quien los ayudase. (12)
Luego que clamaron a Jehová en su angustia,
Los libró de sus aflicciones; (13)
Los sacó de las tinieblas y de la sombra de muerte,
Y rompió sus prisiones. (14)
Alaben la misericordia de Jehová,
Y sus maravillas para con los hijos de los hombres. (15)
Porque quebrantó las puertas de bronce,
Y desmenuzó los cerrojos de hierro.” (16) (vv. 10-16)
Hemos visto la historia de personas en prisión, ahora veamos la historia de personas enfermas.
– Enfermos.
“Fueron afligidos los insensatos, a causa del camino de su rebelión
Y a causa de sus maldades; (17)
Su alma abominó todo alimento,
Y llegaron hasta las puertas de la muerte. (18)
Pero clamaron a Jehová en su angustia,
Y los libró de sus aflicciones. (19)
Envió su palabra, y los sanó,
Y los libró de su ruina. (20)
Alaben la misericordia de Jehová,
Y sus maravillas para con los hijos de los hombres; (21)
Ofrezcan sacrificios de alabanza,
Y publiquen sus obras con júbilo.” (22) (vv. 17-22)
En estas dos historias de redención que acabamos de leer, vemos a personas en una situación de angustia completamente irremediable desde una perspectiva humana (prisioneros, enfermos), y en ambas historias el Señor obró el milagro de la redención.
Amigos, puede que al leer estos relatos tú te identificas con la angustia de las historias. Quizá tú estás sufriendo las consecuencias de tu pecado, y sabes exactamente cómo se sienten las personas en estas historias que acabamos de leer. Quizá tú dices, “pues yo no me identifico en absoluto con estas historias. Yo no soy perfecto, pero yo no soy prisionero, y me siento muy bien de salud. ¡Yo no estoy en una situación irremediable que requiera de intervención divina!” Quizá ni siquiera crees en Dios, y el concepto del pecado te parece algo sacado de un cuento de hadas. Si algo malo te sucede en esta vida es por pura casualidad, no por juicio divino.
Sea cuál sea tu percepción de tu situación en esta mañana, quisiera mostrarte cuál es tu realidad. Y la realidad es que tú y yo somos pecadores (Ver Romanos 3:23). Y no solo eso, hay consecuencias para nuestro pecado. El pecador es esclavo del pecado. Está en prisión (Ver Juan 8:84). El pecador está enfermo espiritualmente y está muriendo físicamente por consecuencia del pecado (Ver Romanos 6:23a). Y si algo no cambia, estaremos en esa situación por toda la eternidad en un lugar llamado el infierno.
A veces las circunstancias de la vida hacen que nuestra realidad se vea con mayor claridad. ¡Quizá has llegado a ese punto hoy! Pero aún si no nos damos cuenta, en nuestro estado natural, esa es nuestra condición. Estamos en prisión y estamos enfermos. Y esta angustia es irremediable para nosotros. Estamos en prisión y enfermos, y no hay nada que podemos hacer por nosotros mismos para remediar nuestra situación. ¡Necesitamos ser redimidos! ¡Necesitamos la salvación que solo Dios ofrece! Y esto nos lleva a mirar a nuestro redentor: Cristo.
Amigos, todos los ejemplos de redención en el Antiguo Testamento—el Éxodo, el retorno del exilio, las historias que hemos visto hoy—son ejemplos preciosos de redención. ¡Dios obró en cada uno de estos casos e hizo grandes cosas para con su pueblo! Pero necesitamos entender que todos estos ejemplos de redención eran solo símbolos que apuntaban a la redención mayor que experimentaría el pueblo de Dios con la llegada de Cristo.
Primero, con Cristo descubrimos que él tiene el poder para ser nuestro redentor. Él es Dios mismo, y el tiene el control soberano sobre todas las cosas. ¿Os acordáis de la tormenta que calmó Jesús?
“Y entrando él en la barca, sus discípulos le siguieron. (23) Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. (24) Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! (25) Él les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza. (26) Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es este, que aun los vientos y el mar le obedecen?” (27) (Mateo 8:23-27)
Si Cristo es Dios, ¿hay alguna fuerza fuera de su control? ¿Hay alguna angustia de la cual no puede librarnos?
Pero Cristo no solo nos redime de lo incontrolable, sino también de lo irremediable: la culpa, el poder, y la condenación por nuestro pecado. Cristo vino para remediar lo irremediable, y lo hizo por medio de su vida, muerte, y resurrección, en el lugar de todo aquel que cree en él. Regocijaos conmigo al considerar la redención de Cristo:
“Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. (16) Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: (17)
El Espíritu del Señor está sobre mí,
Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;
Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;
A pregonar libertad a los cautivos,
Y vista a los ciegos;
A poner en libertad a los oprimidos; (18)
A predicar el año agradable del Señor.” (19) (Lucas 4:16-19)
“el cual [Cristo] nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, (13) en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.” (14) (Colosenses 1:13-14)
¿Por qué debemos dar gracias a Dios? Porque hemos sido redimidos por Cristo. Él nos redime de lo incontrolable y de lo irremediable. Y le damos gracias porque él ha hecho lo que nosotros no podíamos hacer. Pero no le darás gracias en esta mañana si crees que tienes el control sobre tu vida o si piensas que puedes remediar tu propio pecado y sus consecuencias. Solo darás gracias si experimentas y reconoces la redención de Dios. Y esa redención está disponible para ti en esta mañana solo en Cristo. Así que si te das cuenta de tu necesidad de Cristo, y te das cuenta que solo Cristo puede redimirte, ¡Ven a Cristo en arrepentimiento y fe hoy, y recibe su redención!
«Solo darás gracias si experimentas y reconoces la redención de Dios.»
Y si eres creyente, pero tu vida no está caracterizada por acción de gracias, necesitas crecer en tu entendimiento de la redención de Dios, porque tu acción de gracias a Dios incrementará en proporción a tu conocimiento de la redención de Dios. Y esto nos lleva al punto 2. ¿Por qué debemos dar gracias a Dios? 1. Porque hemos sido redimidos.
2. Porque entendemos su redención.
No sé si os habéis dado cuenta, pero este Salmo no solo nos explica por qué debemos dar gracias a Dios, sino que también alimenta nuestra acción de gracias a Dios, y ese es uno de sus propósitos. Fijaos en el último verso:
“¿Quién es sabio y guardará estas cosas,
Y entenderá las misericordias de Jehová?” (v. 43)
Tenemos que entender el amor inquebrantable de Dios que vemos en su redención, si queremos saber por qué debemos dar gracias a Dios. Este es el camino de la sabiduría. Fijaos en cómo termina el Salmo:
“Él convierte los ríos en desierto,
Y los manantiales de las aguas en sequedales. (33)
La tierra fructífera en estéril,
Por la maldad de los que la habitan. (34)
Vuelve el desierto en estanques de aguas,
Y la tierra seca en manantiales. (35)
Allí establece a los hambrientos,
Y fundan ciudad en donde vivir. (36)
Siembran campos, y plantan viñas,
Y rinden abundante fruto. (37)
Los bendice, y se multiplican en gran manera;
Y no disminuye su ganado. (38) (vv. 33-38)
¿Qué aprendemos de Dios aquí? Que el Señor tiene poder para alterar la creación para bendecir o para juzgar. Él tiene todo control y él usa su poder para bendecir a los que claman a él en su angustia, y para juzgar a los que se rebelan en contra de Dios y quieren vivir independientes de Dios. ¿Qué más vemos?
“Luego son menoscabados y abatidos
A causa de tiranía, de males y congojas. (39)
Él esparce menosprecio sobre los príncipes,
Y les hace andar perdidos, vagabundos y sin camino. (40)
Levanta de la miseria al pobre,
Y hace multiplicar las familias como rebaños de ovejas. (41)
Véanlo los rectos, y alégrense,
Y todos los malos cierren su boca. (42) (vv. 39-41)
¿Qué aprendemos de Dios aquí? Que el Señor tiene poder para alterar las circunstancias de la vida para abatir al soberbio y levantar al humilde.
¿Y qué significa todo esto a la luz de lo que ya hemos aprendido en el Salmo? Que el que da gracias a Dios es el redimido por Dios que es bendecido y ensalzado por Dios, no porque lo merece, sino porque Dios es bueno y porque para siempre es su misericordia. El que no da gracias a Dios es el malvado/soberbio que es juzgado y abatido por Dios, y esto sucede porque no quiere reconocer su necesidad de Dios, y persiste en su rebeldía en contra de Dios.
¿Cuál de estos dos caminos escogerás en esta mañana? El camino de acción de gracias o el camino de soberbia. Tenemos razones de sobra para dar gracias a Dios, pero solo daremos gracias a Dios cuando reconocemos que dependemos completamente de él, y cuando confiamos en Cristo nuestro redentor.