Alivio para almas cargadas por pecado

Quizá tú te sientes como Gunter en esta mañana. Sientes el peso de culpabilidad de tu pecado y no sabes cómo puede ser aliviado. Quizá hay pecados secretos que nunca has confesado y tu conciencia no te deja dormir tranquilo. Quizá has descubierto lo que muchos otros han descubierto, y es que después de convertirte a Cristo en vez de sentirte mejor en relación a tu pecado, te sientes peor. Sientes cada día más la magnitud de tu pecado y tu falta de progreso. Lo que no sentías antes; ahora sí lo sientes. Quiero que sepas hermano/a, que si te sientes cargado por tu pecado, hay alivio para ti. 

Quizá estás aquí y no sientes gran culpa por tu pecado. Mi oración es que a través de este mensaje Dios puede convencerte de tu culpa delante de él y de tu necesidad de salvación. Dios es poderoso para hacer eso en tu corazón.

El título del mensaje de hoy es ‘Alivio para almas cargadas por pecado’ y la pregunta que vamos a contestar hoy es la siguiente: ¿Qué debemos saber/hacer cuando nuestra alma está cargada por pecado? Y vamos a hallar la respuesta a nuestra pregunta en el Salmo 130.

Este Salmo es parte de una colección de Salmos llamados los ‘Salmos de ascenso gradual’ o ‘Salmos de peregrinaje’ (Salmos 120-134). Estos Salmos empezaron a ser usados por el pueblo de Dios como cánticos que se cantaban mientras el pueblo hacía su peregrinaje al templo en Jerusalén.

Pero además de ser un Salmo de ascenso, también es un Salmo penitencial o de confesión. Hay siete Salmos de este tipo. (Salmos 6, 32, 38, 51, 102, 130, 143) Si sientes gran peso por tu pecado, te animo a leer estos Salmos. Te ayudarán a encontrar palabras para expresar a Dios en esos momentos tan difíciles para tu alma. Y eso es exactamente lo que vamos a aprender a hacer hoy a través de este Salmo. Vamos a aprender qué saber/hacer cuando nuestra alma está cargada por pecado.

¿Qué debemos saber/hacer cuando nuestra alma está cargada por pecado?

1. Solo hay uno a quien acudir (Debemos acudir a Cristo).

Lo primero que necesitamos entender es que solo hay uno a quien debemos acudir cuando nos sentimos cargados por pecado. Esto lo vemos en los primeros dos versículos:

“De lo profundo, oh Jehová, a ti clamo. (1)
Señor, oye mi voz;
Estén atentos tus oídos a la voz de mi súplica.” (2) (vv. 1-2)

Este es lenguaje poético. “Desde lo profundo”, no significa que el Salmista estaba literalmente en un hoyo. Es lenguaje poético que despierta en nosotros emociones, sensaciones. El lenguaje de estar en un hoyo, es el lenguaje de estar en oscuridad. De estar distanciado de Dios. 

¿Pero el Salmista clama a quién “desde lo profundo”? A Jehová; al Señor. ¿por qué?

Porque en él hay perdón. 

“Pero en ti hay perdón,
Para que seas reverenciado.” (v. 4)

Porque en él hay misericordia; porque en él hay redención:

“Espere Israel a Jehová,
Porque en Jehová hay misericordia,
Y abundante redención con él.” (v. 7)

Pero lo que necesitamos entender es que la razón que debemos acudir a Dios no solo es porque en él hay perdón y redención, sino también porque él es a quien hemos ofendido. Todo pecado es principalmente una ofensa contra Dios. Si yo mato a alguien estoy cometiendo una ofensa contra la persona que he matado y también contra los seres queridos de esa persona. También estoy violando una ley terrenal. Pero ante todo, estoy quitando la vida a alguien creado a la imagen de Dios. Mi culpa es principalmente ante Dios (Ver Salmo 51:4). Yo podría ser perdonado por los familiares de la persona que he matado; incluso podría cumplir una sentencia prolongada por mi delito en una cárcel, pero si no tengo el perdón de Dios, mi culpa persiste. Debo acudir a él.

También es cierto que hay actividades que podemos llevar a cabo que nadie en la sociedad considera como malvadas, pero si van en contra de la Palabra de Dios, somos culpables aun si nadie más nos considera culpables. Lo que realmente importa es la opinión de Dios. Él es a quien debemos temer. 

¿Sabes por qué nuestra sociedad está cada vez más pervertida? Porque hemos perdido el temor de Dios. Romanos 3:18 dice, describiendo a todos, “No hay temor de Dios delante de sus ojos.”

Pero, ¿por qué debemos temer a Dios? Porque él es Jehová y él es Señor. 

“De lo profundo, oh Jehová, a ti clamo. (1)
Señor, oye mi voz;
Estén atentos tus oídos
A la voz de mi súplica [por misericordia].” (2) (vv. 1-2)

‘Jehová’ significa que él es el gran YO SOY. Él es auto existente. Él no depende de nada ni de nadie para existir. Y cómo él es auto existente, él es quien creó todas las cosas. Y por eso él también es Señor sobre todo. Él es el juez de toda la tierra. Toda su creación rendirá cuentas ante él. Él es quien condenará al infierno a quienes han violado su ley. Él es a quien debemos temer. 

“Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel [Dios] que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.” (Mateo 10:28)

Pero aquí es donde viene lo realmente sorprendente y asombroso. Aunque él es a quien debemos temer; él es al que debemos acudir. ¿Por qué? Porque en su misericordia y gracia él ha decidido perdonar a personas rebeldes y pecadoras como tú y como yo.

Entonces, debemos acudir a Dios porque él es a quien hemos ofendido, pero no solo eso, debemos acudir a él porque él ofrece perdón. ¿Por qué? No porque nosotros lo merezcamos; sino porque él es misericordioso. 

«Aunque él es a quien debemos temer; él es al que debemos acudir.»

Pero, ¿cómo nos perdona Dios? En los versículos 3-4 el salmista se maravilla del perdón de Dios.

“JAH, si mirares a los pecados,
¿Quién, oh Señor, podrá mantenerse? (3)
Pero en ti hay perdón,
Para que seas reverenciado.” (4) (vv. 3-4)

¿Te maravillas del perdón de Dios? Si no te maravillas es porque no has entendido la magnitud de tu pecado. Pero si has llegado al punto que ves tu pecado como lo que es en realidad, una ofensa contra Dios, te maravillarás del perdón de Dios. Eso es lo que hace el salmista en el versículo 3.

“JAH, si mirares a los pecados,
¿Quién, oh Señor, podrá mantenerse?” (v. 3)

La implicación de las palabras del salmista aquí es que Dios de alguna manera pasa por alto el pecado, porque si no lo hiciese, nadie podría estar de pie ante Dios; nadie podría tener una relación con Dios. Pero, ¿cómo? ¿Cómo puede un Dios santo y justo pasar por alto el pecado? Primero tenemos que entender a quien fue escrito este Salmo originalmente. Este Salmo fue escrito al pueblo de Dios. Este Salmo fue escrito a personas que Dios había redimido y escogido para ser suyos. Dios había entrado en una relación especial con el pueblo de Israel y había prometido bendecirles si ellos guardaban su ley. Pero también había instituido un sistema sacrificial porque sabía que ellos no obedecerían su ley perfectamente. 

La intención del sistema sacrificial no era quitar el pecado, sino de cubrir el pecado temporalmente y apuntar a un sacrificio perfecto que realmente quitaría la culpabilidad del pecado.

“Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan. (1) De otra manera cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una vez, no tendrían ya más conciencia de pecado. (2) Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados; (3) porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados.” (4) (Hebreos 10:1-4)

¿Por qué se tenían que ofrecer los sacrificios cada año? Porque no eran suficientes. Entonces, ¿cuál fue la solución de Dios? La encontramos en Romanos tres.

“Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, (24) a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, (25) con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.” (26) (Romanos 3:24-26)

¿Cómo puede Dios justificarnos (declararnos justos) cuando no somos justos? “…mediante la redención que es en Cristo Jesús.” Cristo hace algo que hace posible que seamos justificados delante de Dios. ¿Qué hace? “A quien Dios puso como propiciación…” Esto es precioso, porque en el lugar santísimo, en el tabernáculo, en el templo, estaba el arca del pacto, y sobre el arca del pacto había una tapa, ¿y sabéis cómo se llamaba esa tapa? El propiciatorio, porque ahí es donde vertía la sangre el sumo sacerdote cada año en el día de expiación.

Propiciar, el verbo propiciar, significa apaciguar, satisfacer. ¿Satisfacer qué? La ira de Dios, sobre nosotros que somos pecadores. Entonces, Dios puso a Cristo como propiciación para satisfacer la ira de Dios que nosotros merecíamos por nuestros pecados. Dice, “…por medio de la fe en su sangre.” Eso significa, a través del sacrificio de Cristo. ¿Con qué fin? “…para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados.” ¿Qué curioso, verdad? El salmista dice en el versículo tres de nuestro Salmo de hoy, “JAH, si mirares a los pecados, ¿Quién, oh Señor, podrá mantenerse?”

Es como si el Salmista estuviese diciendo, “¡De alguna manera Señor, tú estás pasando por alto mi pecado! ¡No sé cómo! ¡No lo entiendo! Porque yo no debería estar vivo. Yo no debería estar de pie ante ti. Yo no debería pertenecer al pueblo de Dios. Yo no tengo justicia alguna en mí. No sé cómo lo haces Señor, pero lo haces.” Este es un gran misterio en el Antiguo Testamento.

Es en el Nuevo Testamento, con la llegada de Cristo, que llegamos a entender cómo Dios puede ser justo y perdonar a pecadores. ¿Cómo? Cristo satisface la justicia de Dios, y a cambio ofrece perdón. Por eso dice, “…con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.” Entonces, el misterio de nuestro Salmo se resuelve con la llegada de Cristo. ¡Dios puede pasar por alto tu pecado y mi pecado, si estás en Cristo, solo por lo que hizo Cristo en la cruz!

Hermano/a, el pecado no debería producir desesperación en ti. Lamento, tristeza, son sentimientos completamente normales, pero desesperación significa, “yo no sé que hacer.” No hermano/a, tú sabes qué hacer. Sabemos qué hacer. El pecado en ti, debería hacerte correr hacia Dios, sabiendo que él es misericordioso y te perdona en Cristo. Debería producir asombro y mayor reverencia hacia Dios. Como dice el versículo 4, “Pero en ti hay perdón, para que seas reverenciado.” (v. 4)

Amigo, quizá estás aquí o viendo este culto por internet y no eres creyente. Es posible que a pesar de lo que ya hemos visto en este Salmo, todavía no temes el juicio de Dios. Yo quisiera que consideres que quizá la razón que no temes el juicio de Dios es porque no tienes un entendimiento correcto de quién es Dios. Quizá ves a Dios como misericordioso y perdonador, pero no le ves como el gran YO SOY y Señor sobre todo. Recuerda, él tiene poder para destruir cuerpo y alma en el infierno. Mi oración para ti es que puedas ver tu pecado como una ofensa contra Dios. Y cuando llegues a ese punto, mi invitación hacia ti es que corras a Cristo en arrepentimiento y fe, descansando en lo que Cristo hizo por ti.

[¿Qué debemos saber/hacer cuando nuestra alma está cargada por pecado? 1. Solo hay uno a quien acudir (Debemos acudir a Cristo)]

2. Debemos esperar en él.

Después de acudir a Dios para misericordia y perdón, el salmista espera en Dios.  

“Esperé yo a Jehová, esperó mi alma;
En su palabra he esperado. (5)
Mi alma espera a Jehová
Más que los centinelas a la mañana,
Más que los vigilantes a la mañana.” (6) (vv. 5-6)

Tenéis que entender que el clima en Arequipa es desértico. Durante el día tú puedes sentir calor, pero en la noche, hace un frío que te penetra hasta los huesos. Cuando yo hice guardia, te despertaban super temprano en la madrugada. Yo me ponía tres capas de ropa, y tenía además mantas. ¿Pero sabéis algo? Aún con todo eso, yo no podía concentrarme. No podía ni siquiera leer, porque hacía tanto frío. ¡No os imagináis cómo yo ansiaba que llegase el cambio de turno! Entonces, cuando yo leo esto, yo entiendo en parte lo que significa esperar que llegue la mañana. Esto es una expectativa. Es una esperanza. Un deseo. Y así es cómo espera el Salmista a Dios. 

¿Pero qué significa esperar a Dios? Esperar al Señor no significa ser pasivo y no hacer nada. Significa hacer las cosas a la manera de Dios. Confiar y descansar en lo que Dios ha prometido hacer. Dice, “Esperé yo a Jehová, esperó mi alma; En su palabra he esperado.” (v. 5) Entonces, esperar a Dios es una acción concreta. Dios ha revelado ciertas cosas en su Palabra, de cómo él va a funcionar, de cómo él va a hacer las cosas. Esperar a Dios, es hacer las cosas según cómo él ya ha revelado en su Palabra que debemos hacerlas, y descansar en lo que él ya ha revelado.

En el contexto del Salmista, Dios había prometido perdonar los pecados de su pueblo. Para que eso sucediese ellos debían hacer sacrificios confiando en la provisión de Dios para salvar y perdonar. Sin embargo, estos sacrificios no eran suficientes para quitar la culpa y justificar al pecador. Cuando el pueblo esperaba en la salvación de Dios, estaban mirando hacia el futuro confiando en la salvación que Dios proveería. Nosotros miramos hacia atrás confiando en la provisión de Dios para salvar en Cristo. Esperar a Dios, para nosotros, significa confiar en Cristo.

«Esperar a Dios significa hacer las cosas a la manera de Dios. Confiar y descansar en lo que Dios ha prometido hacer.»

Pero también quiero que consideres conmigo lo que no significa esperar a Dios.

¿Qué no significa esperar a Dios?

– Tratar de ganar el favor de Dios por medio de tus obras. (Auto-justificación)

Esto no es solo para incrédulos, esto es para creyentes también. ¿Sabes cómo funciona esto? Podemos pensar que Dios está bien con nosotros solo cuando nosotros nos hemos portado perfectamente con nuestra esposa/o, nos hemos portado perfectamente con nuestros hijos, hemos sido el mejor testimonio posible en el lugar de trabajo, hemos leído nuestras Biblias, y hemos hecho todo lo que nosotros pensamos que es nuestro deber como creyentes. ¿Y sabes algo? Es nuestro deber hacer todo eso. Pero si piensas por algún momento, que Dios ahora te va a perdonar, o vas a tener una buena relación con él porque has hecho todo eso, no estás esperando en Dios. No estás descansando en él.

Tú actitud debe ser esta: la de un hijo que va a su padre, sabiendo que su padre ya le ama. Sabiendo que su padre nunca va a dejar de ser su padre. Y corre hacia él diciendo, “padre, perdóname.” Pensamos en la parábola del hijo pródigo, y sabemos que el propósito de esa parábola era de enseñar a los fariseos que Dios perdona a pecadores. Pero podemos aplicarlo también a nosotros como creyentes. ¡Nunca debemos dejar de acudir al Padre! ¡Nunca debemos dejar de acudir a él! Como dice 1 Juan 1:8, “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.”

¡Dios no te ama más porque leíste tu Biblia esta mañana! ¡Y Dios no te ama menos si te olvidaste de leer tu Biblia esta mañana! Dios te ama y acepta, en Cristo.

Si no eres creyente, yo quiero que sepas algo. No trates de ganar el favor de Dios por medio de tus obras. Te digo lo mismo que a los creyentes. No hay forma alguna que puedas hacer suficientes obras para ganar la aprobación de Dios. Eres culpable ante él. El juicio de Dios está sobre ti. Debes acudir a Cristo para el perdón de pecados. 

Hay otro error que puedes cometer que demuestra que no estás esperando en Dios. Y os voy a decir una cosa, siempre hay dos tipos de personas, y a veces en nuestras propias vidas podemos oscilar entre estos dos tipos. Hay los que se auto-justifican y los que se auto-condenan, y tú tienes que examinar tu vida para saber cuál es tu tendencia. Los que se auto-justifican son los que tienden a ser más legalistas. ¿En qué sentido? Piensan que pueden arreglar su sentimiento de culpabilidad, haciendo más cosas. Pero luego está la otra tendencia, y es la tendencia a la auto-condenación. ¿Y qué es la auto-condenación?

– Decir a tu alma que Dios no puede perdonar ese pecado que has cometido. (Auto-condenación)

“No hay forma. Hasta aquí hemos llegado. Dios podía perdonar ese otro pecado que cometí, pero este, ¡imposible!”. ¿Sabes lo que estás haciendo cuando piensas así? No estás esperando en Dios. Porque no estás confiando en lo que él ha dicho. No estás confiando en lo que él ha revelado en su Palabra. 

¡Tú opinión no importa! ¡Lo que dice Satanás, no importa! Lo único que importa es lo que ha dicho Dios, y Dios dice, “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.” (Isaías 1:18) Si él dice eso, y sabemos que él perdona y limpia por causa de Cristo, entonces tú confía en lo que él ha dicho. 

Algunos dicen, “esa forma de pensar va a llevar a que la gente peque con libertad.” Mira, si tú piensas y vives así, es porque no has sido salvo por la gracia de Dios. Porque la gracia de Dios no solo redime, sino también transforma. No vas a andar por ahí viviendo una vida suelta, si entiendes el evangelio. Pero sí vas a saber a dónde acudir cuando pecas. 1 Juan 2:1 dice, “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.” 

«Esperar a Dios, para nosotros, significa confiar en Cristo.»

[¿Qué debemos saber/hacer cuando nuestra alma está cargada por pecado? 1. Solo hay uno a quien acudir (Debemos acudir a Cristo) 2. Debemos esperar en él.]

3. Debemos llamar a otros a esperar en él.

Me encanta cómo termina el Salmo. Ahora se dirige el salmista al pueblo de Israel, y llama al pueblo de Israel a hacer lo mismo que él ya ha hecho, “Espere Israel a Jehová.”

“Espere Israel a Jehová,
Porque en Jehová hay misericordia,
Y abundante redención con él; (7)
Y él redimirá a Israel
De todos sus pecados.” (8) (vv. 7-8)

¿Cómo llamamos a otros a esperar en Dios (por su perdón)?

Predicando el evangelio a incrédulos. (Evangelizar)

Llamar a otros a esperar en Dios, es llamar a las naciones, llamar al mundo incrédulo, a que se arrepienta y crea el evangelio, pero también llamamos a otros a esperar en Dios…

Predicando el evangelio a creyentes. (Discipular)

Por eso necesitamos a la iglesia. Necesitamos susurrar a los oídos de nuestros hermanos, y que ellos susurren a nuestros oídos una y otra vez: ¡Recuerda que Cristo murió por ti! ¡Recuerda que ya no hay condenación para los que están en Cristo Jesús! ¡Recuerda lo que Cristo hizo por ti! ¡Recuerda que cuando Cristo murió en la cruz, él no solo murió por algunos pecados tuyos! Él sabía perfectamente todos los pecados que cometerías, y él pagó por cada uno de ellos. No para que usases esa gracia como libertad para pecar, sino para que fueses libre para vivir para él, sabiendo que ya no hay condenación. Sabiendo que eres libre.

Hermanos, hay alivio para corazones quebrantados por el pecado. Pero debemos tomar acción. Si no eres creyente, conviértete hoy. ¡Ven a Cristo hoy! Si eres creyente, predícate el evangelio todos los días, pero luego también, encuentra a otros hermanos en Cristo que puedan ayudarte y animarte. Puede que tú tengas la tendencia de auto-justificarte. Necesitas entender que no puedes hacer lo suficiente para agradar a Dios. Nunca fue suficiente antes de ser salvo, y no lo será después. Si tienes la tendencia de la auto-condenación, deja de mentirte a ti mismo. ¡Cristo murió por ese pecado que tú crees que no puede ser perdonado! Y ven a Cristo, como un hijo viene a su padre, pidiendo perdón.

Así como el Salmista, desde el hoyo, desde la profundidad, desde la oscuridad, clamó a Dios. Tú también, clama a Dios.

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