La salvación es del Señor

Salmo 3

Nosotros tenemos la costumbre en nuestra familia de ver una película, normalmente los viernes por la noche. Vemos todo tipo de películas. Películas de acción, dramas, miedo, etc… Pero ¿qué hacemos después que terminamos de ver una película? Apagamos el televisor y no pensamos ni por un segundo que lo que acabamos de ver de alguna manera tiene relevancia para nuestras vidas. ¿Por qué? Porque sabemos distinguir entre la realidad y la ficción. La vida real no es como las películas. Los buenos no siempre ganan. No siempre viene la salvación en el momento más oscuro, ¿verdad? 

Pues estoy aquí para decirte en esta mañana que la realidad del creyente es mejor que cualquier película. Para el creyente la salvación es segura. Y la razón es porque la salvación es del Señor. Nuestra salvación no depende de nosotros ni de nuestras circunstancias. Tampoco depende de otros hombres, por muy grandes que sean. Nuestra salvación depende de Dios, y él nos salva por medio de Cristo.

Entonces, no debemos temer las circunstancias de nuestras vidas. No debemos desesperarnos en nuestra lucha contra el pecado. No debemos angustiarnos por lo que los hombres puedan hacernos, sino que debemos saber y creer que la salvación es del Señor quien nos salva por medio de Cristo el salvador.

Y eso es lo que quisiera mostraros de nuestro Salmo de hoy. Pero antes de hablar de nuestra salvación asegurada, quisiera hablar de la situación de David que llevó a que se escribiera este Salmo. Luego voy a hablar de cómo este Salmo se cumplió en Cristo, el hijo de David, y por último cómo este Salmo se aplica a nosotros. Entonces, el sermón va a avanzar de esta manera: David – Cristo – Nosotros. Y ese es el bosquejo del sermón.

1. La salvación de David.

La palabras que aparecen en negrita justo encima del Salmo, nos revelan el contexto que llevó a que se escribiera este Salmo. Dice así, “Salmo de David, cuando huía de delante de Absalón su hijo.” Podemos leer acerca de este suceso en 2 Samuel 15-18. Sin duda, fue uno de los momentos más bajos de su vida, pero a pesar de todo lo malo que estaba sucediendo en su vida, él tenía una confianza inquebrantable en la salvación del Señor y esa confianza puede ser nuestra también. Este Salmo se divide en cuatro estrofas, que nos hablan del conflicto, el contraste, la contestación y la convicción en relación a la salvación de David. 

El conflicto.

“¡Oh Jehová, cuánto se han multiplicado mis adversarios!
Muchos son los que se levantan contra mí. (1)
Muchos son los que dicen de mí:
No hay para él salvación en Dios. Selah” (2) (vv. 1-2)

David comienza el Salmo con un lamento que describe el conflicto en el que se encontraba. Dice, “…se han multiplicado mis adversarios…muchos…se levantan contra mí.” (v. 1) Según la narrativa de 2 Samuel 15-18 el primero en levantarse contra él fue su propio hijo, Absalón. Luego se nos dice que poco a poco Absalón robaba el corazón de los de Israel. (2 Samuel 15:6) Además de eso, Ahitofel, el consejero de David, se alió con Absalón y, “…la conspiración se hizo poderosa, y aumentaba el pueblo que seguía a Absalón.” (2 Samuel 15:12b)

En esa situación tan peligrosa, David decide huir de Jerusalén con su familia y con todos aquellos que le siguen siendo leales, no porque es un cobarde, sino para perseverar la vida del pueblo de Dios en Jerusalén. “…Levantaos y huyamos, porque no podremos escapar delante de Absalón; daos prisa a partir, no sea que apresurándose él nos alcance, y arroje el mal sobre nosotros, y hiera la ciudad a filo de espada.” (2 Samuel 15:14) Y es en el desierto, lejos de Jerusalén, que David clama a Dios. Su situación era tan mala que sus enemigos dicen de él, “…no hay para él salvación en Dios.” (v. 2b) 

Desde fuera todo parecía indicar que David había sido abandonado por Dios y que Dios no le salvaría. Seguramente incluso algunos de los amigos de David pensaban que no había forma que David podría ser librado de sus enemigos. 

Hermano/a, ¿te has sentido así alguna vez? ¿Has sentido que ya no hay salvación para ti por causa de la situación en la que te encuentras? Quizá es algún pecado o pecados en tu vida, que por más que intentas cambiar, parece que no hay forma de ganar la victoria. Quizá es el mundo que está en oposición a Dios y que desde tu punto de vista limitado parece que se está saliendo con la suya, y el pueblo de Dios retrocediendo. Quizá es alguna prueba o dificultad que estás atravesando que roba tu felicidad y hace que dudes de la bondad de Dios. Sea cual sea tu situación, debes recordar que la salvación es del Señor y que los enemigos del pueblo de Dios no tendrán la última palabra.

Y esto nos lleva a la segunda estrofa que es un completo contraste con la primera estrofa. Aunque todo parecía perdido, la verdadera situación de David era completamente diferente. 

Hemos visto el conflicto, ahora quiero que veáis el contraste.

El contraste.

“Mas tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí;
Mi gloria, y el que levanta mi cabeza. (3)
Con mi voz clamé a Jehová,
Y él me respondió desde su monte santo.” Selah (4) (vv. 3-4)

Los enemigos de David decían que ya no había salvación para él en Dios, lo cual es otra forma de decir que Dios había abandonado a David y que David no tenía ya la bendición y protección de Dios. Pero la realidad de David era muy distinta a lo que decían sus enemigos. Dios estaba con él aun en el desierto, y le protegería de sus enemigos. Aunque David y el pueblo fiel tuvo que huir de Jerusalén, David no sería avergonzado, porque la gloria de David era Dios, y él exaltaría a David sobre sus enemigos. Pero no solo eso, Dios escuchó la oración de David y contestó a su clamor, demostrando que no lo había abandonado. 

Ahora, la pregunta es esta, ¿de dónde vino la confianza de David? Yo creo que vino de la promesa que Dios le había hecho en 2 Samuel 7. David sabía que el Dios que le había hecho esta promesa, sería fiel a su pacto.

Hermanos, nosotros tenemos que saber que no todo es lo que parece a simple vista. Es solo cuando miramos la palabra de Dios y vemos las promesas de Dios que empezamos a confiar en Dios.

Hemos visto el conflicto y el contraste, ahora quiero que veáis la contestación.

La contestación.

Vimos en la última estrofa que David clamó a Jehová y Jehová le contestó. Pero, ¿cómo respondió Dios a la oración de David? La respuesta la encontramos en la tercera estrofa. 

“Yo me acosté y dormí,
Y desperté, porque Jehová me sustentaba. (5)
No temeré a diez millares de gente,
Que pusieren sitio contra mí.” (6) (vv. 5-6)

Dios contestó la oración de David de dos maneras: Sustentándole y quitándole el temor. 

Hermanos, creo que no nos damos cuenta muchas veces cómo Dios contesta nuestras oraciones. Pensamos que la única manera de saber que Dios ha contestado nuestra oración es si cambian nuestras circunstancias, pero eso no es así. Dios también contesta nuestra oración sustentándonos y fortaleciendo nuestra confianza en él en medio de nuestra situación adversa.

Como ya vimos, este Salmo está dividido en cuatro estrofas de dos versículos cada. Y una cosa que observamos es que con cada estrofa que leemos, la confianza de David va en aumento, de tal manera que la confianza de David se convierte en una firme convicción en la salvación de Dios para él y para el pueblo de Dios. 

«Dios también contesta nuestra oración sustentándonos y fortaleciendo nuestra confianza en él en medio de nuestra situación adversa.»

La convicción.

“Levántate, Jehová; sálvame, Dios mío;
Porque tú heriste a todos mis enemigos en la mejilla;
Los dientes de los perversos quebrantaste. (7)
La salvación es de Jehová;
Sobre tu pueblo sea tu bendición. Selah” (8) (vv. 7-8)

Cuando David dice, “¡Levántate, Jehová, sálvame, Dios mío…!” él no está diciendo esas palabras con un tono de desesperación, sino de plena convicción en la salvación de Dios. Él está diciendo, “Dios, sé Dios y sálvame.” 

Luego dice, “…Porque tú heriste [hieres] a todos mis enemigos en la mejilla; Los dientes de los perversos quebrantaste [quiebras].” (v. 7b)

Aquí vemos no lo que Dios ya ha hecho, sino lo que David sabe que Dios va a hacer con sus enemigos. Dios va a herir a aquellos que decían de David que no había para él salvación en Dios, y los va a herir en la mejilla y quebrantar sus dientes para que no puedan hablar más en contra del ungido de Dios. 

El Salmo termina con estas preciosas palabras:

“La salvación es de Jehová;
Sobre tu pueblo sea tu bendición. Selah” (v. 8)

La salvación del pueblo de Dios dependía de la salvación del ungido de Dios. Por eso David escribió “La salvación es de Jehová; Sobre tu pueblo sea tu bendición.” Él sabía que la victoria divina sobre sus enemigos, resultaría en la bendición/victoria del pueblo de Dios. 

Entonces, el pueblo de Dios leía este Salmo como un recordatorio de la promesa de salvación por medio del ungido de Dios. Nosotros leemos el Salmo de la misma manera hoy, pero entendiendo que la salvación a la que finalmente apuntaba este Salmo, no era la salvación temporal del pueblo de Dios sobre Absalón y la multitud que se levantó contra David, sino sobre los enemigos principales del pueblo de Dios: la muerte, el pecado y Satanás, que lidera el sistema malvado del mundo. Y que el Rey victorioso no sería David, sino Cristo, el hijo de David. Y esto nos lleva al punto número dos…

2. La salvación por medio de Cristo.

Hermanos, todo pasaje en la Biblia está conectado de alguna manera con Cristo Jesús, pero de forma particular, todos los Salmos de David hallan su máximo cumplimiento en la persona de Cristo. ¿Por qué? Porque Cristo es el cumplimiento del pacto que Dios hizo con David en 2 Samuel 7. Él es aquel hijo de David que reinaría para siempre estableciendo el reino salvífico de Dios aquí en la tierra:

“Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios, (1) que él había prometido antes por sus profetas en las santas Escrituras, (2) acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne.” (3) (Romanos 1:1-3)

“Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; (32) y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.” (33) (Lucas 1:32-33)

Pero amigos, Cristo no vino solo para reinar en cumplimiento de la promesa de Dios, sino para entregar su vida en nuestro lugar, para que pudiésemos ser perdonados de nuestros pecados, y reconciliados con Dios. Él vino para que pudiésemos recibir la bendición de Dios y gozar del reino de Dios para siempre, en vez de recibir el juicio de Dios y sufrir en el infierno por toda la eternidad, lo cual es lo que realmente merecemos. En otras palabras, Cristo es el rey sufridor. 

Y aquí es donde vemos que Cristo es el máximo cumplimiento de este Salmo. Al igual que con David, los enemigos de Cristo se multiplicaron contra él. Judas le traicionó. Satanás y todo su ejercito de demonios conspiraron contra él. Se unieron contra él Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel.  

En la cruz, sus enemigos dijeron de él, “A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él. (42) Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere; porque ha dicho: Soy Hijo de Dios.” (43) (Mateo 27:42-43) Básicamente, ¿qué le estaban diciendo sus enemigos a Jesús? “No hay para él salvación en Dios.”

Pero aunque todo parecía que estaba perdido, y que esto sería el fin de Cristo, Dios le vindicó delante de sus enemigos, resucitándole de los muertos. Como dice el Salmo, “…eres escudo alrededor de mí; mi gloria, y el que levanta mi cabeza.” (v. 3b) En otras palabras, lo que parecía la derrota de Cristo, fue en realidad el instrumento que Dios usó para derrotar a los enemigos del pueblo de Dios. En la cruz, Cristo derrotó la muerte, el pecado y Satanás, y la prueba de ello es la resurrección de entre los muertos. Y todo esto era el plan de Dios desde el inicio.

“Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera.” (Juan 12:31)

“Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, (13) anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, (14) y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.” (15) (Colosenses 2:13-15)

Hermanos, la victoria de Cristo resultó en la bendición/victoria del pueblo de Dios. Y es aquí donde podemos entender cómo este Salmo se aplica a nosotros. Si leemos este Salmo y tratamos de entender su significado para nosotros, sin pasar primero por David y luego por el perfecto y más grande hijo de David—Cristo, no vamos a entender cómo Dios nos salva. La salvación es del Señor, ¡sí! pero, ¿cómo nos salva el Señor? Por medio de Cristo nuestro salvador. Una vez que tenemos eso claro, podemos entender cómo este pasaje se aplica a nosotros. 

«En la cruz, Cristo derrotó la muerte, el pecado y Satanás, y la prueba de ello es la resurrección de entre los muertos.»

3. Nuestra salvación (nosotros).

Hermanos, cuando leemos este Salmo tenemos que recordar que somos bendecidos por causa de la victoria de Cristo. Podemos aplicar todo este Salmo a nosotros, no porque nosotros somos David o Cristo, sino porque nosotros estamos en Cristo, y lo que es verdad acerca de él, es verdad para nosotros. 

– No debemos temer ningún enemigo que se levanta contra nosotros porque Cristo ya los derrotó.

“¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? (35) Como está escrito:
Por causa de ti somos muertos todo el tiempo;
Somos contados como ovejas de matadero. (36)
Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.” (37) (Romanos 8:35-37)

– Nadie puede decirnos (ni siquiera nosotros mismos) que no hay salvación para nosotros si estamos en Cristo.

“¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. (33) ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.” (34) (Romanos 8:33-34)

– Tenemos acceso a Dios y sabemos que Dios escucha y contesta nuestras oraciones por causa de Cristo.

“Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. (14) Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.” (15) (1 Juan 5:14-15)

– Sabemos cómo termina la historia: Cristo y su pueblo ganan. 

“Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. (11) Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo. (12) Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO DE DIOS. (13) Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos. (14) De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso. (15) Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: ‘REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES.’” (16) (Apocalipsis 19:11-16)

La salvación es del Señor quien nos salva por medio de Cristo el salvador.

COMPARTE EN TUS REDES