El origen del mal

Segunda semana

Todos conocemos la escena: dos o más niños están jugando en un cuarto, y los adultos están en el salón conversando, cuando de repente se escucha un gran ruido de algún objeto frágil rompiéndose. Rápidamente los adultos van a la escena del crimen, y se encuentran a los niños, con cara de miedo, rodeados de los fragmentos del objeto caído. 

Inmediatamente uno de los adultos exclama, “¡¿quién ha sido?!” “¡¿Quién ha roto el objeto?! ¿Y cuál es la respuesta de los niños? “Yo no he sido.” Uno por uno responde igual, “Yo no he sido.” ¿Cuál es, entonces, la siguiente pregunta que hace el adulto, “Pues, si ninguno de vosotros ha hecho caer el objeto, ¿cómo es que se ha caído?” 

Y la razón que el adulto hace esa pregunta a los niños no es por mera curiosidad humana, sino porque quiere identificar quién tiene la responsabilidad moral por la tragedia. Pues resulta que el objeto que se había roto era una vasija preciosa, y a los niños se les había dicho que no jugasen con la pelota en el cuarto donde estaba la vasija, porque si lo hacían, probablemente romperían la vasija, y efectivamente, los niños desobedecieron las instrucciones, y eso fue lo que sucedió. 

Entonces, la pregunta, “¿cómo es que se ha caído?” no es simplemente una pregunta lógica, que tiene que ver con la ley de causa y efecto—todo efecto tiene una causa, y por lo tanto, si el objeto se rompió, eso significa que algo o alguien tuvo que causar que se rompiera—¡No! la pregunta, “¿cómo es que se ha caído?” es una pregunta de responsabilidad moral, porque lo que ha sucedido tiene implicaciones morales. 

Pues os comparto esta escena porque hoy nos vamos a hacer una pregunta similar a la que el adulto le hizo a los niños en la escena del objeto roto. Nos vamos a hacer una pregunta que a simple vista parece meramente una pregunta lógica o filosófica, pero que en realidad es una pregunta con fuertes implicaciones morales, y la pregunta es esta: ¿cuál es el origen del mal? 

La pregunta real

Cuando nos hacemos esta pregunta, no estamos simplemente preguntando de dónde viene la maldad, como podríamos preguntarnos de dónde viene la paella. 

No, cuando nos hacemos la pregunta de cuál es el origen del mal, lo que realmente nos estamos preguntando es, ¿quién es responsable por la maldad? ¿Quién es culpable? Y queremos saber eso porque entendemos que la maldad es verdaderamente mala, o como dijimos la semana pasada, la maldad es una realidad realmente seria. En otras palabras, tiene implicaciones morales. La maldad no debería (moralmente) ser una realidad, pero es una realidad, y si es una realidad, alguien tiene que responsabilizarse y pagar por esa realidad.

Y nos sentimos así porque todos hemos vivido las consecuencias devastadoras de la maldad en este mundo, en menor o mayor medida—porque no todos experimentamos la maldad de la misma manera, pero todos hemos experimentado la maldad. Nunca este tema va a ser un tema que podemos tomarnos a la ligera. 

Y por eso nuestra pregunta de hoy no es, ¿de dónde viene la maldad?  sino ¿quién es responsable por la maldad en el mundo? Y así es como vamos a tratar el tema del origen del mal. Considero que esta es la mejor manera de abordar este tema, a la luz de la seriedad del mal, a la luz de la maldad del mal, que aprendimos en el último sermón. 

«La maldad no debería (moralmente) ser una realidad, pero es una realidad, y si es una realidad, alguien tiene que responsabilizarse y pagar por esa realidad.»

Pero antes de contestar a nuestra pregunta de hoy, hay otra pregunta que necesitamos contestar primero, y la pregunta es esta: ¿qué es la maldad? No podemos hablar del origen del mal, si no hemos definido primero lo que es el mal. Así que, en el sermón de hoy vamos a contestar primero, ¿qué es la maldad? y luego vamos a contestar, ¿quién es responsable por la maldad en el mundo? y esos son los dos puntos del sermón. 

1. ¿Qué es la maldad?

Creo que cuando concebimos de la maldad, solemos concebir de ella como lo opuesto al bien. Y eso es verdad, en parte, pero no nos da el cuadro completo, y puede llevar a confusión. El bien y el mal son realidades opuestas, pero no son realidades iguales. ¿Qué quiero decir por eso? Que el bien y el mal son realidades, pero no están en la misma categoría. Os lo explico de esta manera.

El bien realmente existe, y es una realidad necesaria. El bien no puede no ser una realidad, y la razón es muy simple, porque Dios es la definición del bien. Como dice el apologista William Lane Craig, “Dios no solo es perfectamente bueno, sino que es el centro, la fuente y el paradigma del valor moral [o para decirlo de otra manera—del bien].” Dios existe por necesidad, su carácter santo es el estándar del bien, por lo tanto, el bien existe por necesidad. Lo voy a simplificar: si Dios existe, el bien existe. 

«Si Dios existe, el bien existe.»

Pero la maldad no es igual al bien, en cuanto a su realidad, porque el mal no es una realidad necesaria. El mal no tiene que ser una realidad, (aunque reconocemos que es una realidad). Y sabemos esto, porque Dios es completamente bueno (no hay maldad en él), y él es el único ser que existe por necesidad. 

Así que, no nos imaginemos nunca el bien y el mal como dos principios o realidades co-eternas o co-iguales. Trágicamente ha habido en la historia algunas filosofías que han concebido del bien y del mal de esta manera, como si fuesen dos principios, dos verdades, dos realidades, que son iguales, y que están luchando para ver quién predomina. No podemos, ni debemos concebir del mal de esa manera. El bien es una realidad necesaria, el mal no. 

Pero hay otra diferencia esencial entre el bien y el mal, y es esta: Podemos conocer el bien, porque el carácter santo de Dios es el estándar del bien, y él nos ha revelado su caracter. Pero ¿cómo conocemos el mal? Solo conocemos el mal en contraste al bien. 

No hay un ser similar a Dios, que es la versión mala de Dios, que miramos a él para entender lo que es el mal. No, solo conocemos el mal en contraste al bien. 

Entonces, si queremos definir el mal, no lo podemos definir como definimos el bien. Nosotros podemos decir, “el bien es aquello que se conforma al carácter santo de Dios”, y podemos definirlo positivamente, en términos de lo que es. Pero con el mal, tenemos que definirlo negativamente, en términos de lo que no es. Tenemos que definir la maldad en términos de negación.

Negación 

La maldad, entonces, ¿qué es? Pues no te puedo decir lo que es, te tengo que decir lo que no es.

La maldad es la negación de lo bueno (lo no bueno). Por ejemplo, solo piensa en cómo la Biblia describe la maldad. La maldad es impiedad, injusticia, inmoralidad, etc…

Ahora, sabemos lo que es piedad, sabemos lo que es justicia, y sabemos lo que es moralidad. ¿Y sabes cómo lo sabemos? Porque conocemos a Dios. Dios es la definición de la piedad, Dios es justo, y Dios es el estándar de la moralidad. 

Pero ¿qué es, entonces, el prefijo ‘im’ e ‘in’? ¿Qué significa eso? Nada. Simplemente es negación, nada más. Si intentas definir el mal sin referencia al bien, no puedes. Si lo haces, te quedas sin nada. 

«Si intentas definir el mal sin referencia al bien, no puedes. Si lo haces, te quedas sin nada.»

Pero también podemos definir la maldad en términos de privación. 

Privación 

La privación es la ausencia o falta de alguna cosa que deberíamos tener, pero que no tenemos. ¿Cuál sería un ejemplo de privación? Como ser humano yo debería tener visión, pero si por cualquier motivo he nacido sin la capacidad de ver, o he tenido un accidente que me ha privado de ver, entonces me falta algo, tengo una carencia de algo, que debería tener.

Entonces, usando el concepto de la privación podemos definir la maldad como la carencia o falta de perfección moral. Dios creó perfección (y aquí no estoy hablando de perfección absoluta—solo Dios es absolutamente perfecto), y donde hay una carencia de esa perfección, hay maldad. 

Entonces, la maldad es una realidad, pero no es igual al bien. La maldad no es un ser, ni mucho menos una cosa creada. No tiene sustancia (no la conocemos por sí misma). La maldad es la negación del bien. La maldad es la carencia o falta de perfección moral. 

Ahora, entender lo que es la maldad es importante para nuestra discusión de hoy porque:

Nos ayuda a entender que nuestro tema de hoy tiene sentido. La maldad no tiene que ser una realidad, pero como es una realidad, tuvo que comenzar a ser una realidad en algún momento. Entonces, tiene sentido hablar del origen del mal.

Nos ayuda a responder a nuestra segunda pregunta (la cual es nuestra pregunta principal), y la pregunta es esta: ¿quién es responsable por la maldad en el mundo?

2. ¿Quién es responsable por la maldad en el mundo?

Dijimos al comienzo del sermón que cuando hablamos del origen del mal, no nos estamos preguntando meramente de donde viene el mal, sino que nos estamos preguntando realmente, ¿quién es responsable por la maldad en este mundo? Y nos hacemos esa pregunta porque entendemos que el tema del origen del mal tiene implicaciones morales. Y esto lo hacemos porque presuponemos que la maldad es realmente mala, y no debería ser una realidad.

El momento que normalizamos el mal, mal estamos. Siempre tenemos que pensar del mal, como malo. Entonces, con ese recordatorio en mente, ¿quién es responsable por la maldad en el mundo?

«El momento que normalizamos el mal, mal estamos.»

Tres posibles candidatos

Hay tres posibles candidatos dentro de la cosmovisión bíblica, y vemos estos tres posibles candidatos en la historia de la caída del hombre en Génesis 3, y los tres posibles candidatos que vemos ahí, son Dios, Satanás y nosotros (el hombre). Así que vamos a considerar estos tres uno por uno, y luego llegaremos a la conclusión, con toda la evidencia bíblica, de quién es el responsable por la maldad en el mundo. 

Dios

Por lo general, el primero al que culpamos del mal es a Dios. Esa fue la excusa de Adán en Génesis 3. Después de que Adán y Eva comieron del fruto prohibido, vemos esta interacción entre Dios y Adán:

“Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. (8) Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? (9) Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. (10) Y Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? (11) ¿Has comido del árbol del que yo te mandé no comieses? (12) Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí.” (Génesis 3:8-12)

A simple vista parece que Adán está culpando a Eva por su desobediencia, pero en realidad está culpando a Dios. Él le dice a Dios, “…la mujer que me diste…” (v. 12a)

Esta es la respuesta de muchos hoy a la pregunta de quién es responsable por la maldad en el mundo. La lógica de los que piensan así, es bastante simple: Si todo efecto tiene una causa, y Dios es la primera causa de todo, entonces Dios es, en última instancia, el responsable por la maldad en este mundo. 

Lo que parece reforzar este argumento, es la enseñanza bíblica acerca de la completa soberanía de Dios sobre todas las cosas. Dios está en control de todas las cosas que suceden, la maldad es algo que sucede, por lo tanto, Dios es el culpable.

Sin embargo, hay varios problemas con el argumento de que Dios es responsable por la maldad (el autor del mal). 

La maldad no es una cosa creada. No tiene ser, no tiene sustancia. 

Cuando pensamos en la creación de Dios, no podemos incluir el mal ahí. La maldad no es una cosa creada. No tiene ser. No tiene sustancia. 

Para que Dios pudiese ser el autor del mal tendría que poseer bondad y maldad.

Pero Dios es completamente bueno. Es más, Dios es el único ser absolutamente perfecto en todos sus atributos. Dios no está llegando a ser; Dios es. Nosotros estamos siempre en un proceso de mejora, de crecimiento, de alcanzar alguna perfección. Dios es el único ser absolutamente perfecto. Y como el mal no es nada de eso, ¿cómo puede este Dios absolutamente bueno, absolutamente perfecto, ser la causa del mal?

– Si Dios poseyese maldad, entonces no podría acabar con la maldad.

Si Dios poseyese maldad, él no podría acabar con la maldad sin acabar consigo mismo, y Dios no puede negarse a sí mismo. Entonces, Dios no puede ser el autor del mal.

«Si Dios poseyese maldad, él no podría acabar con la maldad sin acabar consigo mismo.»

Dios y la maldad

¿Eso significa que la maldad no tiene una causa? No. Pero sabemos que Dios no es el responsable por la maldad. La Biblia no nos permite esa posibilidad, ni tampoco la lógica. 

Veamos rápidamente lo que la Biblia enseña sobre la relación entre Dios y la maldad:

– La maldad no proviene de Dios. 

“Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.” (1 Juan 2:16)

El lenguaje aquí no podría ser más claro y explícito. 

 – Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie. 

“Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie.” (Santiago 1:13)

Esto significa que Dios no puede llegar a ser malo, ni él puede causar la maldad en otros. 

– Lo que Dios crea es perfecto.

“Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.” (Santiago 1:17)

¿Qué desciende de lo alto? Toda buena dádiva y todo don perfecto. No entendemos la maldad como una buena dádiva y un don perfecto. 

– Dios declaró que todo lo que había creado era bueno. 

“Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana el día sexto.” (Gen. 1:31)

Entonces, Dios no solo no es el responsable por la maldad en el mundo, sino que no puede ser el responsable por la maldad en el mundo. Sin embargo, la maldad no le pilló de sorpresa, y Dios es soberano sobre el mal, y tiene un propósito para el mal, y de todo eso vamos a hablar en el siguiente sermón sobre el propósito del mal.

Muy bien, entonces, de los tres posibles candidatos al responsable por la maldad en el mundo, ya hemos eliminado a uno de ellos. Pero esto nos lleva a nuestro segundo posible candidato—Satanás. 

Satanás

Si Dios no es el culpable del mal en el mundo ¿entonces quién? Para muchos el culpable es Satanás. Esta fue la excusa de Eva:

“Entonces Jehová Dios dijo a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engañó, y comí.” (Génesis 3:13)

El argumento de que Satanás es el responsable por la maldad en el mundo va algo así: Satanás entró en el mundo perfecto que Dios había creado, y causó que la maldad entrara en ella. Y cuando digo que causó que la maldad entrara en ella, quiero decir ‘hizo’ que entrara en ella. Hay dos verdades bíblicas que parecen respaldar este argumento.

La primera instancia de maldad fue de Satanás. 

Tenemos versículos en la Biblia que nos ayudan a entender que en algún momento después de la creación, y antes de la Caída del hombre, Satanás (un ángel) se corrompió, y lideró una rebelión angelical en contra de Dios. Fijaos en lo que dijo Jesús acerca de Satanás.

“Y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.” (Lucas 10:18)

“Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira.” (Juan 8:44)

Satanás ha sido homicida desde el principio. Él es padre de mentira. Todo ese lenguaje nos demuestra que él fue el primero en pecar. 

Luego dice que Satanás no permaneció en la verdad. Y esto significa que aunque Dios creó a Satanás bueno (en la verdad), él no permaneció en ese estado. 

Pero Jesús no es el único que nos enseña acerca del pecado inicial de Satanás, lo vemos también en la primera epístola de Juan el apóstol.

“El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio…” (1 Juan 3:8a)

Todo parece indicar que el pecado de Satanás fue el del orgullo; el de querer ser como Dios. Por eso no nos sorprende cuando vemos que Satanás guió a Eva, en su tentación, a través del mismo proceso que llevó a su propia rebelión:

“Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; (4) sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.” (5) (Génesis 3:4-5)

Entonces, previo al pecado de Adán y Eva, nuestros primeros padres, tenemos el pecado de Satanás, y parece que la suya fue la primera instancia de maldad en toda la creación. 

Pero la segunda verdad que parece respaldar la responsabilidad de Satanás por la maldad en el mundo, es que…

Satanás engañó a Eva.

“Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?” (Génesis 3:1)

Si Satanás engañó a Eva con su astucia, ¿no significa eso que Eva no era responsable por sus acciones? ¿Será que Eva simplemente cayó por inocente e ignorante? De ser así, podríamos decir que Satanás verdaderamente es el responsable por la maldad en el mundo. 

Sin embargo, hay problemas con el argumento de que Satanás es el responsable por la maldad en el mundo:

– Eva conocía el mandamiento de Dios, y no era ignorante. 

“Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; (2) pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis.” (3) (Génesis 3:2-3)

Eva siguió sus deseos y ejerció su voluntad.

“Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió…” (Génesis 3:6a)

Adán no fue engañado. 

“…y dio también a su marido, el cual comió así como ella.” (Génesis 3:6b)

Entonces, aunque la primera instancia de maldad fue de Satanás, y aunque Satanás engañó a Eva, Satanás no es responsable por la maldad en el mundo. Satanás es responsable por su propio pecado, pero no es responsable por la maldad en el mundo.

Y esto es importante que entendamos como seres humanos creados a la imagen de Dios. Satanás nos tienta, y Satanás tiene gran poder, pero Satanás no puede obligarnos a hacer nada en contra de nuestra voluntad. Si nosotros pecamos es culpa nuestra. Nunca debemos pensar o decir, “El diablo me hizo hacerlo.”

«Satanás es responsable por su propio pecado, pero no es responsable por la maldad en el mundo.»

Hemos visto que Dios no puede ser el responsable por la maldad en el mundo, y hemos visto que Satanás no es responsable por la maldad en el mundo. Esto nos deja con un solo candidato—nosotros. 

Nosotros

¿Quién es responsable por la maldad en el mundo? La Biblia nos da la respuesta clara a esa pregunta—nosotros. Y cuando digo ‘nosotros’ no estoy diciendo que cada uno de nosotros cometimos el pecado de Adán y Eva, lo que quiero decir por ‘nosotros’, es que el ser humano, es responsable.

¿Dónde vemos eso?

Adán y Eva escogieron desobedecer a Dios. 

“Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella.” (Génesis 3:6)

El pecado (la maldad) entró en el mundo por un hombre.

“Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.” (Romanos 5:12)

“Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.” (1 Corintios 15:22)

Amigos, la culpa es nuestra. Eclesiastés 7:29 lo resume muy bien:

“He aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones.” (Eclesiastés 7:29)

Entonces, ¿quién es responsable por la maldad en el mundo? Nosotros, las criaturas, somos responsables, no Dios, el creador.

Dos implicaciones importantes

Pero aunque ya hemos respondido bíblicamente a nuestra pregunta, no quiero terminar el sermón aquí. Si termino el sermón aquí, podrías salir de aquí hoy triste, enojado, o desesperado. No, yo quisiera no solo deciros la verdad sobre el origen del mal, sino que también quisiera mostraros las importantes implicaciones de esta verdad para nuestras vidas.

Nosotros, las criaturas, somos responsables por la maldad en el mundo, y no Dios, el creador. Eso es verdad, ¿pero cuáles son las implicaciones? Hay dos  implicaciones importantes:

Es malo: Merecemos el juicio de Dios.

Quisiera empezar con las malas noticias. Si nosotros somos responsables, somos culpables, y merecemos el juicio de Dios. 

Quizá alguno podría objetar y decir, “¿pero yo no cometí el pecado de Adán y Eva?” Puede que eso sea verdad, pero tú y yo hemos pecado igual que Adán y Eva. Nosotros, al igual que ellos, conocemos la verdad de Dios, y hemos escogido desobedecer a Dios. 

“Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.” (Juan 3:19)

“por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios.” (Romanos 3:23)

Y si somos culpables, merecemos el juicio de Dios (el infierno). Una vez más, alguno podría objetar, “¿pero por qué Dios tiene que ser tan severo en su juicio contra nuestra maldad?” Pues la razón que Dios es tan severo, es porque la maldad es tan mala (viola el carácter santo de Dios).

No podemos por un lado lamentarnos por la maldad, e incluso dudar de la existencia de Dios por la realidad del mal, y luego restarle seriedad al mal cuando descubrimos que Dios juzga el mal. ¡No! Si la maldad es realmente mala, entonces merece el juicio del Dios bueno y justo. Y esas son malas noticias para nosotros, porque todos somos culpables. 

“Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios.” (Romanos 3:19)

«No podemos por un lado lamentarnos por la maldad, e incluso dudar de la existencia de Dios por la realidad del mal, y luego restarle seriedad al mal cuando descubrimos que Dios juzga el mal.»

Pero gracias a Dios, las malas noticias no son la única implicación de nuestra verdad de hoy. Nosotros, las criaturas, somos responsables, no Dios, el creador, ¡y eso es bueno! 

Es bueno: ¡Dios puede librarnos!

Si Dios no es responsable por la maldad en el mundo, eso significa que él es todo lo que la Biblia nos dice que él es. Él es completamente bueno. Él es completamente poderoso. Él es completamente amoroso. 

Y si Dios es lo que la Biblia dice que es, ¡él puede librarnos! Él puede librarnos del mal, porque tiene la cualidad para hacerlo (Él es completamente bueno). Él puede librarnos del mal, porque tiene la habilidad para hacerlo (Él es todopoderoso). Y él puede librarnos del mal, porque tiene la voluntad para hacerlo (Él es un Dios lleno de gracia y misericordia). ¿Y cómo nos libra? Solo por gracia, solo por medio de la fe, solo en Cristo Jesús. 

Cristo nos libra de la culpa del mal (expiación).

¿Cómo? Nunca me canso de decirlo. Cristo llevó sobre sí mismo el castigo que nosotros merecíamos por nuestra maldad.  

Cristo nos libra del poder del mal (santificación). 

Su resurrección nos da el poder para tener la victoria en nuestro día a día contra el mal.

Cristo nos libra de la presencia del mal. (Glorificación).

Un día tendremos cuerpos glorificados. Cristo resucitó; nosotros también vamos a resucitar. Y hablaremos más de esto en el último sermón sobre el futuro del mal. 

Entonces, por favor, no salgas de aquí sin la liberación del mal que solo Cristo te puede dar. No salgas de aquí sin la esperanza del evangelio. El origen del mal, es solo el comienzo del mal en este mundo, pero ahí no termina la historia. Cristo vino para acabar con el mal. ¡Ven a Cristo hoy, y recibe su liberación!

Conclusión 

Ahora, yo soy consciente que todavía tenemos dudas sin resolver acerca del origen del mal. Y os soy honesto, no creo que todas estas dudas se van a resolver en esta vida. Mucho de lo que concierne el origen del mal, filosóficamente, es un misterio para nosotros. Y un pequeño ejemplo de eso son las preguntas, “si todo lo que Dios creó es bueno, ¿por qué pecó Satanás?” “Si nosotros fuimos creados sin una naturaleza pecaminosa, ¿de dónde vino la inclinación para cometer el primer pecado?” No hay respuestas sencillas a estas preguntas. 

Pero lo que quiero que entendáis es lo siguiente. Aunque no tenemos las respuestas a todas nuestras preguntas sobre el origen del mal, sabemos lo suficiente para saber que nosotros, las criaturas, somos responsables por la maldad en el mundo, y no Dios, el creador, y eso tiene implicaciones importantes—una mala, y otra muy buena. 

Somos merecedores del juicio de Dios, pero Dios puede librarnos. Y no solo puede librarnos, sino que quiere librarnos. Y Dios envió a su Hijo, Cristo, para librarnos. Y si nos arrepentimos de nuestros pecados y ponemos nuestra fe en Cristo Jesús para nuestra salvación, seremos librados. ¡Esas son buenas noticias!

Y solo porque ciertos aspectos del origen del mal son un misterio para nosotros, eso no significa que Dios no existe. El misterio del origen del mal no desmiente la existencia de Dios. Es más, yo diría que el que no cree en la existencia de Dios tiene muchos más problemas que resolver que el que cree en Dios. Solo considera una vez más conmigo, lo que significa la realidad del mal en el mundo, si Dios no existe. Richard Dawkins lo resumió muy bien cuando dijo (refiriéndose a un mundo sin Dios): “no hay maldad ni bondad, nada salvo la ciega indiferencia sin piedad”.

Pero sabemos que Dios existe, y él nos libra de la maldad en Cristo.

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